Divino sueño

dormirRedes, televisión, radio, toda la información saturada de Cónclave, de Papa, de humo. Claro, así me pasó…

Tras una larga noche de insomnio, en la que apenas dormí tres horas. Tras un largo y ajetreado día que terminaba con una clase de poesía, no pude más. Escuchando a la profesora leer poemas y contar estrofas, mis ojos se cerraron y los sueños invadieron mi saturada mente.

De momento me encontraba en el techo de la Capilla Sixtina, entre los frescos de mi querido Miguel Ángel y entre los famosos dedos de la Creación de Adán. Miré hacia abajo y allí estaban, 115 cardenales con sus mejores galas puestas. Me fijé que se estaban pasando una especie de cachimba de la que salía un humo muy negro que poco a poco iba cubriendo la estancia. Llegó a ser tal la fumata que allí se estaba organizando que tuvieron que poner en marcha unos ventiladores que extrajeron el humo hasta una chimenea que daba al exterior. Uf, menos mal, pues empezaba a molestar a mis pulmones tanto humo negro. Las risas de los allí presentes se convertían en carcajadas cuando alguno de ellos decía un nombre que se suponía podía ser el próximo Papa. No había manera de poner orden, menudo “colocón” llevaban los “gachís”. Unos decían que negro, otros que chino, otros que italiano, otros que sudamericano. Otros opinaban que debía de ser joven, pues si iba a ser el último Papa, por lo menos que durara mucho.

Me desperté y seguía en clase. Nadie se había percatado de mi golpe de cabeza, así que con esa tranquilidad volví a cerrar los ojos con el propósito de que solo fuera un momento. Imposible. Volví a la Capilla Sixtina donde la cosa se había calmado un poco, quizás por el cansancio, quizás porque no les quedaba fumata. Noté una presencia a mi lado, me giré y allí estaba, Dios sonriéndome. Lentamente descendió hasta el centro de la sala, cerró los ojos, dio dos vueltas sobre sí mismo, levantó el brazo, y sin abrir los ojos apuntó con el dedo. Habemus Papam.

Con esa tranquilidad despeté, y ahora sí, mi magnífico golpe de cabeza fue percibido por toda la clase, pues esta vez casi había tocado la mesa.

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