El tío Paco

Personaje pintoresco donde los haya. No sé por qué, pero siempre me ha recordado bastante a Mr. Bean. Bueno, mejor dicho, sí sé por qué. En primer lugar por su aspecto físico y en segundo lugar porque siempre ha sido especialista en meterse en líos, no sé si buscados o porque siempre se encuentra con ellos. Todo le pasa a él.

            Me han contado de él miles de historias, que cada vez que las recuerdo me provocan una sonrisa, cuando no una carcajada.

            Una de las historias, fue una vez que en el pueblito bueno (del que hablé en este mismo blog los días 30 y 31 de septiembre) se escaparon unos toros de la ganadería que hay en el pueblo contiguo. Claro, ese día se corrió la voz en el pueblito, cual reguero de pólvora, y los chiquillos, entre los que se encontraban mis primos, estaban emocionados por la noticia. Así que se les ocurrió la brillante idea de irse montaña arriba, por supuesto sin que se enterasen nuestras madres, a ver si veían al toro de la ganadería de los Flores, menuda aventura. Yo opté por encerrarme en casa y pasar del tema, que yo los toros de lejos, y si me acerco a alguno será al célebre toro de Osborne y aún así no se si me fiaría mucho. Allí que se van mis primos. Y claro mi tío que no podía ser menos, cuando los chiquillos salieron, decidió irse detrás a una distancia prudencial para no ser visto ni por los chavales ni por mi tía, supo ingeniárselas.

            Todos en la montaña, juntitos unos y el tío Paco escondiéndose detrás de piedras o matorrales para no ser visto y seguir ocultando su aventura particular. De momento, a uno de los chavales, no sé si por el miedo que lo cegaba o por hacer la gracia, grito que el toro venía corriendo hacia ellos. Imaginaos la estampa, echaron todos a correr que se las pelaban, no había mojón que se les resistiera, la montaña se convirtió de repente en una pista de atletismo que ni Usain Bolt ha corrido tan rápido en los JJOO de Londres. Mi tío se vio sorprendido por los gritos, por la velocidad y se imaginó lo que se le venía encima… el toro de los Flores. Claro su pista de atletismo no era la misma que la de los ágiles chiquillos, y allí que echó a correr y en vez de correr lo que hizo fue rodar montaña abajo.

            Los mozos ya hacía media hora que estaban en casa, y el tío Paco apareció al rato magullado, lleno de polvo, pantalones rotos y a lomos de un precioso caballo marrón, montado por un impresionante cowboy, que con toda serenidad y aplomo nos dijo: “Aquí tienen a este señor, que lo he encontrado en el camino en estas penosas condiciones y me ha dicho que vivía aquí” “¡Ah! Y estén tranquilos que el toro de los Flores ha sido abatido hace unas horas en el pueblo de al lado, a este no ha llegado”.

            Así que él tío Paco acabo confesando su ocurrencia de aventurero solitario, que por suerte terminó en unas pocas heridas sin importancia y sin ser corneado por el toro que, en un momento dado pensó que lo cogía sin remedio.

            ¿Quién no tiene un tío Paco en su vida? ¿Que no tenéis? Tranquilos, os seguiré contando alguna que otra aventura más… del mío.

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