Ikea (Mj. – Colaboradora)

El día se auguraba divertido. Íbamos, mi prima y yo, de acompañantes-asesoras de un amigo. Nos pidió que le acompañáramos a IKEA ¿Quién puede resistirse a eso? En fin, nos embarcamos todos en su coche y nos dirigimos a Zaragoza. Esa población que por mi perspectiva parecía más cerca, y en realidad creo que dimos la vuelta por Galicia.

El camino se antojaba largo, así que decidimos parar a tomar algo ligero, para amenizar el trayecto. Bar de carretera, lleno de gente gritando, el camarero no nos hacia ni puto caso. Al final conseguimos imponernos entre el bullicio, y pedimos, empanadillas, que en un principio tenían buena pinta y que luego resultaron ser una bomba de relojería, o mejor dicho una bomba de aceite, buaj asquerosas. Por si no teníamos bastante grasa en nuestro paladar, se nos ocurrió pedir cortezas de cerdo, pero de cerdo autentico, con su tocinito rebosante de churre y todo. Para acompañar tan seboso manjar, pedimos Coca-Cola normal, lo dela Zeronos pareció como el que pide sacarina con el café después del chuletón… nos dio vergüenza.

Con nuestros estómagos preparados para un largo día en IKEA, reanudamos la marcha. Llegando a Zaragoza pusimos el GPS, ese invento infernal de la tecnología. El de nuestro amigo cogía satélites cuando quería, el de mi prima inactivo y el mío, que es un poco aventurero, decidió llevarnos por una pista de tierra que desembocó en una valla azul desde la que se veía IKEA, pero al otro lado del maravilloso cercado. Ikea estaba allí mismo pero ¿Cómo cruzar? Total, dimos la vuelta y preguntamos a unos lugareños, que se encontraban sentados en un ribazo, y que muy amablemente nos indicaron el camino correcto. El preguntar nunca falla. Finalmente divisamos nuestro objetivo ¡Sólo eran las 12 de la mañana!

Super emocionados entramos en Ikea, ese laberinto infernal de multitud de cosas del hogar ¿De verdad se necesitan tantas cosas en una casa? Empezamos cogiendo una especie de carrito de la compra con una bolsa de plástico. En la tercera curva ya lo habíamos cambiado por un carro como Dios manda, y eso que, ¡¡¡¡ No íbamos a coger nada!!!!

Lo más desesperante de Ikea, siempre ha sido, por lo menos para mí, cuando vas andando por los pasillos y dices ¡Que guay esto! ¡Que chulo aquello! y23 Km. después piensas que aquel artilugio que viste al principio del recorrido, te puede servir para algo, y en un deseo incontrolable por aquel objeto, decides volver. Cuando llevas15 Km. de marcha ¡Atrás!, piensas ¿Estaba tan lejos? Pues sí, entre ir y volver, has hecho casi una maratón y no te has dado ni cuenta.

Ya casi llegábamos al final, nuestro objetivo estaba cerca, la caja de pago. Íbamos cada uno tan contento con nuestro carro a rebosar, cuando oímos hablar a un grupo de personas, que creíamos multitudinario y sólo eran cuatro, imaginaos las voces, y al girarnos y ver su aspecto “quinquilloso” nos detuvimos en los márgenes del pasillo para ver al peculiar grupo. El hombre, ataviado con una camiseta que no le tapaba el ombligo, al llegar a la altura de nuestro amigo, emitió un sonido gutural por su boca que retumbo en todo Ikea. Mientras los chavalines que iban con él le reían la gracia, nuestro amigo intentaba aguantar la respiración para evitar vomitar. Unos metros más atrás, apareció una oronda señora muy a conjunto con el susodicho, que le decía ¡¡¡No me corras tanto, que no me dejas ver las cosas tan “baratuquis” que hay!!! Como vinieron se fueron, con su desfile triunfal ante nuestros atónitos ojos, que tardaron un buen rato en procesar las imágenes y la situación vivida.

Llegamos a la cola para pagar (¡Biennnn!) Quedaba la segunda parte… meterlo en el coche, sí habéis leído bien, coche, no furgoneta. Nuestro amigo había comprado copas de todas las formas y eso claro, exigía un mínimo de cuidado. Mi prima se compró una mesa y 2 sillas para el balcón. Llevábamos cojines, fundas nórdicas, tablas de corte industrial, tendederos, sartenes, vajillas. Pero conseguimos meterlo todo dentro y… reíros de cuando la gente cruza el estrecho.

Las seis de la tarde y ¡¡¡Sin comer!!! Decidimos parar en un restaurante de comida rápida, bueno, más bien merendar. Se hacía tarde, así que tras la comida, merienda, cena, subimos en nuestro coche-patera y volvimos a casa. Parece mentira, pero como dice el dicho “Cuesta abajo hasta la mierda corre”, llegamos en tiempo de auténtico record a nuestro destino, nuestra casa, en la que ahora iba a imperar el lema de “Donde caben dos, caben tres” “Bien venido a la república independiente de mi casa” “No es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita” o simplemente sonaría la cancioncita de Los Ronaldos “No puedo vivir sin ti, no hay manera…”

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Fue un viaje muy aprovechado, muy cansado, muy divertido pero lo mejor, lo mejor… La compañía.

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