ILUMINATIS
– LUIS, APAGA LA LUZ DEL PASILLO QUE ESTE MES NO VAMOS A GANAR BASTANTE PARA PAGARLA.
Me grita mi madre desde el salón nada más detecta luz en el pasillo.
Jolin, pero si acabo de encenderla para dirigirme a mi habitación. En fin, hice caso e inmediatamente la apagué y seguí camino hacia el habitáculo. Pero alguien había tenido la mala leche de cerrar la puerta de mi cuarto y ¡Catapum! hostia que me di contra la maldita puerta y nariz chorreando sangre. Corriendo al centro de salud, pronóstico: nariz rota y veremos cómo evoluciona, probablemente requerirá cirugía para ponerla al sitio una vez pase el hinchazón.
Pero la cosa no termina ahí. Con la puñetera manía de no poner la calefacción cogí un resfriado de cojones y con la nariz hinchada y el resfriado podéis imaginaros lo mal que lo estaba pasando, atiborrado de analgésicos y antiinflamatorios para mi querida nariz. Además esos medicamentos no entran en la Seguridad Social y nos toca pagar.
Al cabo de diez días, cuando remitían mis males de narices, mi madre volvió a recordarme a grito “pelao” que apagase la luz del pasillo, y yo que no escarmiento, volví a apagar la luz, y al ir a girar por el pasillo para dirigirme al lavabo, lo hago antes de tiempo y ¡Catapum! porrazo contra la esquina que esta vez me cuesta la rotura de un diente. Otra vez corriendo a urgencias, que tras un ligero y rápido “avistamiento” me remiten a mi dentista. Una pasta gansa en dentista para arreglar la pieza dental.
En vistas de todo lo ocurrido en menos de quince días, un día cogí a mi madre, encendí la luz, puse la calefacción, la senté en el sofá del salón y todo lo tranquilamente que me permitía mi dolor de nariz, mis continuos estornudos y mi media pala por donde se me escapa el aire, le dije:
– Mamaz, no pienzo apagar nunca máz la luz del pazillo y voy a poned la calefacción todoz los díaz, puez con el dideral que nos vamoz a gaztar en analgézicos, en cirugía eztética y en dentizta, hubiézemos tenido pada pagad la luz durante doz añoz entedos de nueztra ozcura vida.
Fdo: Alguien que en este momento se parece más al hombre elefante que a hijo de su madre.
Luis.