La resaca de los deseos

La noche más larga del año, la noche de San Juan. Una noche larga por la fiesta, por alguna que otra borrachera, una noche larga esperando que llegue la medianoche para empezar un ritual de hogueras, mar, fuegos artificiales y deseos. Unos piden amor, otros salud, otros dinero, otros trabajo. En resumidas cuentas, todos tenemos algo que pedir, todos consideramos que nos falta algo en nuestra vida.

            La noche más larga, aunque una largaria nada comparable con lo largo que se hará el resto del año, esperando que esos deseos, que le confiamos a San Juan, se hagan en algún momento realidad.

            Siempre recordaré una noche de San Juan bastante emotiva, pues la noche de antes un amigo mío había sufrido un accidente de moto muy grave, el chico estaba en coma y no se sabía cual iba a ser el final. Yo llevaba mis deseos de ese año perfectamente redactados y guardados en mi bolsillo, en tres trocitos de papel diferentes, para echarlos a la hoguera una vez dadas las tres vueltas de rigor a la misma, e ir tirando en cada una de ellas el papelito del deseo correspondiente. Cuando empezaba a anochecer llegamos a la playa y andando hacia la orilla, cargados con las toallas, la coca de San Juan típica de esa noche, la leña para la hoguera y nuestros sueños apuntados en papeles, me paré, miré al cielo, cerré los ojos y le pedí a la magia de esa noche, que por favor mi amigo saliera del coma. No recuerdo los deseos que llevaba apuntados esa noche, no recuerdo a que hora terminamos ni como nos lo pasamos. Sólo recuerdo claramente ese momento en el que puse todos mis sentidos y todo mi corazón. Y os preguntaréis por qué. Muy sencillo, al cabo de dos días mi amigo salió del coma y hoy día lleva una vida totalmente normal.

            No sé si fue San Juan, no sé si fue la magia, no sé si fue mi petición. Lo único que sé es que mi amigo, hoy por hoy, puede celebrar las mágicas noches de San Juan con su familia y amigos.

            Así que seguid creyendo en la magia, en los deseos, en las hogueras de San Juan. Quién sabe si algún día, cuando realmente lo necesitéis, miréis al cielo, cerréis los ojos y sin nada más que os importe a vuestro alrededor, pidáis un deseo y se os haga realidad.

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