Mi pueblito bueno

Abro los ojos y de momento no me sitúo. Pero enseguida me acuerdo, estoy en el pueblo, al que ayer llegué a pasar unos días con la familia. Ya oigo a mi madre que sube por las escaleras, viene a despertarme para que vayamos a caminar con mi tía y una prima suya.

            Son las siete y media de la mañana, muy temprano, pero o sales a esas horas o luego es imposible salir de la casa, pues corres el riesgo de morir abrasada por el Sol. A esas horas hace hasta frío y tengo que abrigarme con ropa deportiva casi de invierno.

            Me encanta ir a caminar con ellas. Por el camino van hablando de sus cosas y yo me convierto en una mera escuchante de sus charradas. Me encanta la manera de hablar de la prima, con sus dejes manchegos, me hacen gracia sus expresiones con la j aspirada “ej que”, “pues mia tu”. Y no digamos ya cuando hablan de alguien del pueblo, con esos motes tan característicos de los pueblos, “el gorra”, “el chupete”, “el lagartijo”, “el tomate” No sé de donde les vienen esos motes, y no me molesto en preguntarles, pues probablemente ellas tampoco tengan ni idea, simplemente se llaman así desde siempre y punto. Ah! Y muy importante, nos acompaña la perra de nombre “Sara”. No la llevamos como defensa, pues no levanta dos palmos del suelo, más bien la llevamos para que se distraiga con nosotras, y se pasa todo el camino con las orejas levantadas cada vez que avista un conejo, y os aseguro que son muchos.

            Por las tardes, cuando el Sol empieza a ponerse, y la temperatura baja varios grados, nos sentamos a la fresca en la terraza de la casa, que al estar en la parte alta del pueblo, tiene unas vistas preciosas de la vega. Un panorama ideal para leer un rato. Cuando ya no hay luz, nos juntamos todos en una gran mesa dispuesta para la ocasión y a cenar. Después bajamos al bar de “Perico” para hacernos un café o un helado, que quemamos rápidamente, cuando nos toca subir las cuestas para volver a la casa, a disfrutar de un tranquilo sueño, solo interrumpido, a veces, por el “mimmisimo” silencio, al que no estoy acostumbrada.

            Creo que mañana tendré que ir al médico, que viene tres veces por semana, pues algún mosquito ha olido sangre nueva y me ha llenado de picotazos. “Hodo” con el puto mosquito sanote del pueblo.

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