¿Tú, por qué apuestas?
Barreras que nos empeñamos en poner en nuestros corazones por culpa de nuestra razón y que cuando nos hagamos viejos quizás nos arrepintamos de haberlas puesto. Porque vida solo hay una, igual que amor solo hay uno, el verdadero, el que solo pasa una vez y que a veces nos coge con el paso cambiado. De nosotros depende el derribar la barrera, de nosotros depende el enderezar el paso, de no dejar que ese amor pase por delante de nosotros y lo dejemos o no que se esconda bajo la losa de la razón.
Un amor tan intenso que algún día hasta la razón echará de menos, pero será tarde si no lo hacemos cuando es el momento. Apostemos por el corazón, por la emoción, por la felicidad, por el amor. Porque a ese músculo rojo que nos permite seguir vivos hay que cuidarlo y alimentarlo con el único alimento que conoce, el amor. Dejemos que la razón se mueva por otro camino y no se interponga en la calidez de las mariposas en el estómago, en el calor del amor con el que queremos vivir el resto de nuestras vidas. Un amor al que queremos darle la mano cuando en nuestras cabezas aparezcan las canas de la vejez. Un amor con el que queremos compartir el resto de nuestra vida hasta el último latido que resuene en nuestro pecho. Una mano que no te suelte cuando tengas que dejar este mundo, esa mano que te acompañará hasta el último aliento de vida que te quede. Porque si no quitamos el muro de la razón esta aplastará nuestra vida para siempre, pues hay cosas que no se olvidan, ni se olvidarán… jamás.
Derriba la barrera de la razón. Quédate con la libertad del corazón.