Un cuadro en mi cama. (Por Carmen Divina)
No le conocí en un museo, ni en una exposición itinerante, no. Aunque debería tener un rincón en cualquier galería de arte inundada de color.
Ese aspecto dibujado de «chico malo» atrajo mi atención pero su rostro no era el que esperaba… era dulce, encantador, no precisaba de trazos coloreados para definir una expresión serena, diferente.
Su piel de mil colores, dibujos escogidos para ser parte de ella el resto de su vida. Símbolos tatuados para permanecer siempre.
En cada centímetro de ese cuerpo que en su mundo se convierte en un lienzo que colorear, un lienzo en el que expresar sentimientos, pasiones… en el que dibujar una vida. En esa piel adornada está él.
Él que es parte de cada color, de cada línea, de cada letra impresa con minúsculas agujas que afianzan su personalidad… se ha definido a sí mismo en colores sobre su cuerpo.
Un arco iris alegra hoy las sábanas de mi cama, pinceladas precisas decoran mi habitación con una sonrisa infantil y un millón de colores. Hoy inauguramos una nueva sala en un improvisado museo y su cuerpo será la obra más admirada.