Vivitos y coleando
Hoy nos hemos despertado con la noticia de que ¡no se ha terminado el mundo! Así que seguimos vivitos y coleando. Podemos seguir trabajando (quien tenga trabajo claro); podemos seguir adelante con el espíritu navideño (Sta. Claus is coming to twon); tendremos que empezar a organizar la fiesta de nochevieja (que rollo); nos tocará la lotería de Navidad (sí, como cada año); los que se han comprado bunkers estarán jodidos pues sus cuentas se habrán quedado temblando (o no); los políticos españoles seguirán jodiéndonos la vida (digo los españoles porque son los que me joden, uy perdón, me tocan más directamente); los corruptos, que han sido pillados, tendrán que responder ante la justicia (a estos sí que les habrá sabido mal que no se acabe el mundo); los ricos, muy ricos, podrán seguir disfrutando de sus viajes, casas, coches, motos y un largo etc. (eso los que no se hayan gastado el dinero en comprarse un bunker).
Y después de este pequeño repaso a lo que podremos seguir haciendo, yo pienso: “Si me hubiese comprado un sitio en un bunker, o un bunker entero, o una bola de esas redondas que flotaban y no sé cuantas cosas más, cuándo me hubiese tocado salir por falta de alimentos, agua ¿Hubiese valido la pena ver el exterior? ¿Cuánto hubiese sobrevivido más a la gran hecatombe y en qué condiciones?” Pero sobre todo hubiese pensado: “Que pereza tener que empezar a hacer el mundo otra vez”. Realmente creo que me hubiese suicidado, eso sí, antes me hubiese dado el gustazo de comer algún bomboncito que otro (según el tamaño de la caja roja que mi economía me hubiese permitido comprarme) me hubiese bebido una copa (o dos, o tres) de buen cava y me hubiese enrollado (por decirlo delicadamente) con el chico más guapo del bunker.
En fin, vamos a despertarnos y… sigamos con nuestras vidas diarias.