Y después… llegó el éxtasis

masjDespués de hacer el amor apasionadamente, dos cuerpos desnudos descansaban bajo unas sábanas impregnadas de infinito placer. Ella abrió el cajón de la mesita de noche y sacó una botella de aceite para masajes. “Date la vuelta”. Él tumbado boca abajo, ella cabalgando sobre su espalda derramó el líquido que emanaba de la botella, esparciendo su agradable olor por la habitación. Así empezó un deslizar de manos por aquel esbelto cuerpo de hombre. Manos que recorrían un trayecto hipnótico por su espalda, bajaban por el camino que marcaba una columna vertebral perfecta y que desembocaba en los montes carnosos de las nalgas, y volviendo a subir por el mismo sendero, llegaban al cuello donde la punta de sus dedos alcanzaban a tocar el frondoso bosque de sombras oscuras de su pelo. Suaves caricias que en ocasiones paraban a repostar sensualidad sobre el tatuaje cercano a su hombro, un tatuaje que ella volvía a trazar delicadamente una y otra vez con el dedo corazón y que rellenaba de besos húmedos, calientes, excitantes…  Solo se escuchaban gemidos de placer.

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