El niño de mis ojos

Estoy leyendo un libro que más adelante os recomendaré, o no, en el que uno de los protagonistas, en un momento dado, comenta el gran don que tenemos las mujeres de poder crear una vida. Casualmente el otro día comentaba con unos amigos sobre este mismo tema. Lo que es sentir como se forma dentro de ti una persona, esa perfección natural que es un cuerpo humano. La sensación de como va creciendo, como empieza a moverse, como crece una vida dentro de otra. Es algo maravilloso, mágico, algo que parece imposible e incluso llega a asustar si te pones a pensarlo detenidamente.

            Hoy he visto unos ojos en la televisión que no puedo borrar de mi cabeza. Unos ojos grandes, negros, inocentes, pero llenos de miedo, que me han llegado a lo más profundo de mi alma. Han aparecido apenas unos segundos, suficientes para atravesarme el corazón y hacerme llorar. He visto en ellos el horror de una guerra, no he podido oír de qué guerra se trataba, pero qué más da de donde venga esa barbarie, el resultado es el mismo, muerte.

            He pensado que esos ojos, que hoy me han roto, un día se fueron formando como parte de un ser perfecto, dentro de una mujer que lo llevó con todo el amor del mundo, con toda una esperanza puesta en esa vida que imaginó llena de alegría y viveza. Una vida que salió de la simple unión de dos personas y… de ahí surgió él. Pero hoy esos ojos no transmitían vida, sino más bien lo contrario.

            Cuanto me hubiese gustado hoy ser Dios… os aseguro que hubiese sido un Dios muy distinto. Una de las primeras cosas que hubiese hecho habría sido terminar todas las absurdas guerras de este absurdo mundo. Y si no lo hubiese conseguido habría dimitido de mi mandato como Dios. Porque no podría aguantar ni una décima de segundo que unos ojos tan maravillosos e inocentes se posaran en mí con la mirada que hoy he podido apreciar en ese niño.

            Civilización, ¡Ja! ¿A esto lo llamamos civilización? ¿Seguro que estamos civilizados? Buscad esa palabra en el diccionario y veréis que no la merecemos en absoluto.

            Voltaire dijo una frase que me pone los pelos de punta por su certeza tan devastadora: “La civilización no suprime la barbarie, sino que la perfecciona”. Si tenemos en cuenta esta frasecita, entonces sí cumplimos los requisitos para llamarnos civilización.

            Y lo que más tristeza me produce ¿Sabéis qué es? Que nunca podré hacer nada para cambiar esa mirada ni tantas que habrá como esa.

Comments are closed.